Justo cuando
estábamos ilusionándonos sobre todo lo que haríamos con estas horas libres,
aparece en la clase un personaje, de esos que te topas en la vida una sola
vez. Un overol verde, un gorro jardinero
y unos zapatos llenos de tierra, era Valentina, dijo de ir al Raval a ver un
proyecto, todos accedimos sin preguntar mucho. La clase ya empezaba bien,
espontánea y llena de sorpresas.
Llegamos al Raval al interior de una iglesia en
reconstrucción, Peré un arquitecto técnico salía de un día de trabajo. Era un
espacio experimental, donde técnicos y arquitectos coexistían aprendiendo sobre
bioarquitectura y materiales no solo biodegradables, sino que al mismo tiempo emanaban vida. Habían tres muros de tapial con diferentes texturas y
técnicas. Sin duda el sueño de muchos arquitectos que creen en una arquitectura
verde, debajo de una manta de lona un arco de bambú, estilizado y fuerte. Era
un taller experimental con todo y nada; Posibilidades… muchas. Reconstruir la
iglesia, crecer la comunidad de bioarqiutectura, experimentar con nuevos
materiales, participación ciudadana, soluciones arquitectónicas nunca antes
vistas.
Dan ganas de que existan mas espacios como este, por un momento la idea de un mundo mejor cruza por mi cabeza, sin duda este es el presente con muchas posibilidades de crear un futuro interesante. Valentina Maini… inspira.